El blog la cuadratura del círculo entrevista a la investigadora del ICMAN Susana Flecha sobre su trabajo acerca de acidificación en el Mediterráneo

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El blog la cuadratura del círculo entrevista a la investigadora del ICMAN Susana Flecha sobre su trabajo acerca de acidificación en el Mediterráneo
weee Por Administrador Intranet Icman en Noticias Publicado 23 febrero, 2017 0 Comentarios

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Todo el mundo ha oído hablar del calentamiento global como consecuencia del cambio climático en relación al incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, pero poco se habla del efecto paralelo del aumento de dichas emisiones sobre nuestros mares y océanos, que causa el fenómeno de acidificación oceánica.

¿Qué es la acidificación oceánica?

Acidificación quiere decir que existe un descenso del pH. De manera general, las aguas oceánicas tienen un pH medio que oscila en torno a 8 y, como ha determinado el Panel Internacional sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), se sabe que desde hace unos 250 años (la época preindustrial), este pH ha descendido un promedio de 0.1 unidades de pH. Entonces, ¿por qué se produce este descenso? Actualmente, se puede afirmar que la acidificación oceánica es una consecuencia directa del aumento de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Así, el CO2 emitido derivado de las actividades humanas no permanece en la troposfera en su totalidad, sino que únicamente se almacena en ella alrededor de la mitad. El resto es absorbido a través de procesos físicos, químicos y biológicos por sumideros naturales. Estos sumideros son: la biosfera terrestre y los océanos.

Los océanos son capaces de captar más de una cuarta parte del CO2 total. Una vez este CO2 se disuelve en al agua se suceden un número de reacciones químicas para re-establecer el equilibrio químico que dan lugar a diversas especies químicas, entre las que se encuentran los iones hidrogeno (H+). Esta especie, es la responsable de la disminución de pH, ya que a mayores concentraciones de iones hidrogeno presentes, menor pH.

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Una disminución de 0.1 unidades de pH puede parecer insignificante, pero si tenemos en cuenta que los mamíferos ante una disminución similar de pH de la sangre pueden llegar incluso a un estado de coma, podemos imaginar cómo puede afectar la acidificación del entorno para un organismo marino a niveles de tamaño muy inferiores. La disminución del pH del agua de mar conlleva además una disminución de la disponibilidad de los iones carbonato (CO32-), los cuales son utilizados por numerosos organismos marinos, como los corales, los moluscos, los crustáceos y los erizos de mar para formar sus conchas o esqueletos. La baja disponibilidad de carbonato y la disminución del pH conllevan además la disolución de las estructuras calcáreas de estos organismos. A su vez, algunas especies de algas marinas que usan el CO2 para la fotosíntesis se ven afectadas por el incremento del CO2 en disolución. La acidificación oceánica afecta al correcto funcionamiento de procesos fisiológicos como la reproducción, el crecimiento y la fotosíntesis de organismos cruciales en la cadena trófica, lo que finalmente resulta en una gran pérdida de biodiversidad marina.

El mar Mediterráneo y la acidificación oceánica

Por sus características químicas y sus mecanismos de circulación y formación de masas de agua, uno de los mares más sensibles al aumento de las emisiones de CO2 y por tanto a la acidificación oceánica es el mar Mediterráneo. Aunque a nivel de superficie el Mediterráneo representa menos del 1% del océano global, sabemos que mantiene hasta un 18% de la biodiversidad marina total. Además, ya que está conectado únicamente con el océano Atlántico a través del estrecho de Gibraltar, se presenta como un mar semi-cerrado.

El grupo de Oceanografía de Ecosistemas del Instituto de Ciencias marinas de Andalucía, lleva observando durante más de 10 años la concentración de CO2 y los niveles de pH de las aguas mediterráneas. Los datos de una gran exactitud y precisión se han obtenido a través de recolección de muestras de agua en campañas oceanográficas y, desde hace mas de 5 años, a través de la colocación de sensores autónomos fondeados en el estrecho de Gibraltar. Este canal se presenta como un enclave único para monitorizar las variaciones de las características biogeoquímicas de las aguas Mediterráneas.

En un estudio publicado recientemente por investigadores del grupo de Oceanografía de Ecosistemas, realizado en colaboración con investigadores del Instituto de Investigaciones Marinas (CSIC) y la Universidad de Málaga, se ha demostrado que las aguas del Mediterráneo están sufriendo una disminución del pH a un ritmo de 0.0042 unidades de pH por año. Esta tasa es similar a las observadas en otras estaciones de monitorización de pH localizadas en diversos puntos del océano global, y que oscila en torno a 0.0025 unidades de pH por año.

Sin embargo, la ligera diferencia entre ambas tasas nos indica que el Mediterráneo está sufriendo una disminución de pH más rápida. Esto se debe, en parte a las propias características biogeoquímicas de sus aguas que favorecen una mayor captación de CO2 atmosférico y a su patrón de circulación oceanográfica, que determina que aguas cargadas con dicho CO2 se hundan rápidamente, en ciertas regiones del Mediterráneo occidental. Por otro lado, y a través del Estrecho, el Mediterráneo recibe carbono de naturaleza antropogénica del océano Atlántico, principal receptor oceánico de CO2.

El IPCC, ha estimado que para el año 2100 las concentraciones de CO2 en la atmósfera pueden llegar a alcanzar 940 ppm (partes por millón). Si tenemos en cuenta que en enero de 2017 ya se han registrado niveles de 405 ppm, el futuro para nuestros océanos es realmente incierto e inquietante.

Por lo tanto, además de tomar conciencia sobre los efectos negativos del incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero sobre nuestro planeta y de su posible, aunque complicada mitigación, se hace necesario un continuo esfuerzo científico para seguir evaluando las tasas de acidificación oceánica en nuestros mares, con el fin de evaluar el nivel de tolerancia de los organismos marinos y las consecuencias últimas sobre el funcionamiento y dinámica de los ecosistemas Mediterráneos.

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